Si hubo un teatro de operaciones en la WWII que siempre me pareció especialmente miserable fue el de los convoyes del Ártico que fueron parte de la Batalla del Atlántico. Y es que la nieve y el hielo para un rato y detrás de un cristal, y a las pruebas me remito.
Para mantener la presión sobre Alemania los aliados tuvieron que mandar ingentes cantidades de material y suministros a los sovieticos. La mayor parte de este material llegó por vía marítima a los puertos Sovieticos de Murmansk y Arkhangelsk.
Navegar por el Atlantico Norte no era tarea fácil y representaba un peligro añadido a las fuerzas alemanas.
El hielo se adhería a los barcos inutilizando sus sistemas y armas , frenándolos y añadiéndoles un peso extra que les restaba estabilidad. Para sus tripulaciones librarse de este hielo suponía un tarea ineludible.
El impacto directo de estos convoyes fue la provisión de armas para los sovieticos. Pero también supuso que los alemanes tuvieran que destinar una gran cantidad de hombres y maquinas al Norte de Noruega para intentar destruir estos convoyes.
Aviones, barcos y submarinos alemanes constituían una amenaza. El convoy PQ17 se haría tristemente famoso del 27 de junio al 10 de julio de 1942. De los 36 mercantes que componían el convoy 23 se perderían antes de llegar a Murmansk.
En los mercantes del PQ17 que los alemanes hundieron por el camino se perdieron 430 carros de combate, 210 aviones y 3350 vehículos de todo tipo. Y lo que es peor 153 vidas.
Uno de los motivos principales de esas pérdidas fue que en esa época del año había 18 horas de luz solar en esas latitudes con lo que se multiplicaban las posibilidades de ser atacados por aviones y submarinos alemanes.
Cuando un barco era hundido y su tripulación se lanzaba al agua sus posibilidades de supervivencia se median en minutos en las gélidas aguas.
A lo largo de la guerra 104 mercantes y 18 barcos de guerra resultarían hundidos en esta peligrosa ruta. 829 marinos mercantes y 1944 marineros a bordo de buques de guerra perderían la vida.
Los alemanes por su parte perdieron 5 barcos de guerra, 31 submarinos y multitud de aviones en estos ataques.
Una de las locas ideas británicas de la guerra para intentar defender esa ruta y en general el paso por el Atlantico Norte fue el proyecto Habakkuk.
La idea era construir un gigantesco portaaviones de hielo. Contra todo pronóstico la idea se aprobó y comenzaron las pruebas. Finalmente se eligió un material llamado pykrete que consistía en una mezcla de hielo y pulpa de madera y que conseguía una gran dureza.
La idea provino de Geoffrey Pyke, un periodista/profesor/inventor. La idea era construir un portaaviones de nada menos que 600m de longitud que patrullaría el Atlántico Norte con más de 100 aviones que mantendrían patrullas antisubmarinas constantes.
Se comenzó a construir un prototipo en Canada de solo 18m para probar los materiales pero que ya pesaba 1000Tn. Cada vez la Royan Navy pedía más cosas, inmune a los torpedos, 12000km de alcance, posibilidad de transportar cuatrimotores...
Finalmente ante el aumento de costos, la entrada en servicio de multitud de pequeños portaaviones de escolta y vislumbrando el fin de la guerra el proyecto fue cancelado.
El pequeño prototipo aguantaría aún 3 veranos canadienses antes de desaparecer. Su inventor se acabaría suicidando en 1948 debido a sus problemas mentales. Y hasta aquí por hoy esta historia que surgió del frío.
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