Gulag Perimetral

Cuando en 2013 vivía en una pequeña aldea del interior brasileño, escribí en El Hijo del León: “Todo en las ciudades está impuesto y controlado por un poder político que ya es global. No importa que estés en Valencia, Londres, Karachi o New York…
vas a respirar el mismo aire contaminado, vas a vivir en los mismos apartamentos colmena, vas a comer el mismo grano transgénico, vas a trabajar para el mismo cártel bancario, vas a escuchar la misma música, leer los mismos libros, hablar la misma neolengua global (…)
La vida en las ciudades cada día se va a hacer más insoportable, más incompatible con la humanidad.”
Siete años después, el evento del 2020 estandarizó las grandes ciudades del mundo en una misma tiranía bajo pretexto higiénico-sanitario. Ahora es definitivo: cuanto mayores son las ciudades, más se parecen entre ellas en lo que a indignidad y falta de libertad de refiere.
Ahora es definitivo: cuanto mayores son las ciudades, más se parecen entre ellas en lo que a indignidad y falta de libertad de refiere. Ahora es definitivo: las metrópolis ya son espacios inhabitables para lo humano.
Y eso es lo que muchos españoles no acaban de entender: no sólo lo último, sino su carácter definitivo. No se volverá atrás. Ya han convertido las ciudades en los campos de concentración del Nuevo Orden Mundial...
y tras el estadio inicial de confinamiento, se continuará con el proceso de esclavización absoluta de las poblaciones urbanas a través de la monitorización GPS, biometría, reconocimiento facial, pasaporte sanitario, chipeado biotecnológico, manipulación transgénica…
Confinamiento es un término del Derecho y del ámbito militar; no del médico o sanitario. En su primera acepción es una pena por la que se obliga a un condenado a vivir prisionero en una región delimitada en la que puede moverse con cierta libertad.
En su acepción militar, el confinamiento es lo que se le impone a los prisioneros díscolos como correctivo.
En otras palabras más crudas, es la técnica de tortura popularmente llamada “la solitaria”, que aún hoy se usa en algunas cárceles para someter la rebeldía del encarcelado y controlar su comportamiento tras el final del castigo...
¿Alguien recuerda a Silvester Stallone en Encerrado (Lock-Up)? Pues Leone 5,10.
Eso es exactamente lo que están haciendo con nosotros a través de los “confinamientos”, en su doble sentido, penal y militar.
Las mismas técnicas de tortura y psicología behaviorista aplicada, que se han desarrollado en las prisiones de guerra y campos de concentración durante todo el S.XX...
sólo que ahora extendidas a inmensas masas de población minuciosamente controladas por las agencias eugenésicas y darwinistas sociales de la ONU/OMS.
Cierto que ahora en el gulag se tiene Wifi y Netflix; cierto que en nuestros economatos hay disponibles varias marcas de galletas; cierto que en este campo de trabajo muchos de los prisioneros ni trabajo tienen…
pero, en esencia, a un nivel técnico y metodológico, lo que está ocurriendo ahora en una gran ciudad como Madrid o Barcelona, es lo mismo que ocurría en los guetos polacos a principio de los años 40, en la Haifa palestina de los años 50...
o en los gulag soviéticos durante todo ese tiempo hasta los años 60. En ese sentido, Adolf Hitler, David Ben Gurion o Josef Stalin, tienen en común con Pedro Sánchez, Emmanuel Macron o Alberto Fernández, estos tres puntos inapelables:
1) Los seis limitan la libertad de parte de la población a través de decretos de legalidad dudosa bajo pretexto de higiene (bien racial, bien sanitaria, bien política, pero siempre por higiene).
2) Los seis someten la voluntad de una parte de los habitantes (en no pocos casos llevándoles hasta la muerte) con el argumento falaz de que se debe al bien común de la población, cuando en verdad sólo responde a su plan de perpetuación política y eliminación de la disidencia.
3) Los seis se sirven de un grueso cuerpo burocrático de funcionarios que, con un cinismo que roza lo psicopatológico, perpetran crímenes de lesa humanidad impunemente sin que nadie se atreva a decir nada.
Y con este último punto invito a una reflexión para terminar este escrito. No era Adolf Hitler quien gestionaba el gueto de Varsovia sino el Judenrat y su policía judía...
De la misma forma, hoy en día, quiero lanzar una pregunta a balconazis, a denunciadores de Facebook y Youtube, a Teóricos de la Casualidad, a chivatos con bozal, a médicos que escribís artículos sobre la necesaria obligatoriedad de la vacuna...
a tertulianas de programas de televisión que sólo ven personas mayores de bajo nivel cultural, a funcionarios del Ministerio de Sanidad, a policías obedientes a Grande-Marlaska, a vendedores de mascarillas...
a inspectores de la Agencia Tributaria, a bailarinas interraciales de la Cruz Roja, a directivos farmacéuticos, y a intelectuales, escritores y periodistas que calláis como ramonetas ante lo que se está haciendo:
Cómo conseguís dormir por las noches? De veras, me gustaría saberlo. Todo esto que está ocurriendo, ¿no os avergüenza un poco y os hace daño? A mí, sí.
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