Estamos viviendo desde febrero una época muy dura. Probablemente se nos había olvidado un poco como sociedad en muchos países que las cosas pueden empeorar, no solo económicamente, sino que grandes tragedias pueden golpear nuestras vidas en forma de enfermedad, guerra o muerte
Intento desde hace meses hacer un análisis lo más completo y objetivo posible de los datos de esta pandemia. Particularmente me centro en la evolución epidemiológica (los contagios) y hospitalaria. Deliberadamente no suelo hablar de fallecimientos, aunque los sigo con atención
No lo hago por dos razones, sobre todo. La primera porque, como he dicho muchas veces, no son los fallecimientos (aunque sean lo más trágico) lo que hacen de la COVID el mayor problema socioeconómico global desde la Segunda Guerra Mundial, sino la carga hospitalaria que provoca.
La segunda razón es porque creo que la sociedad está entrando en un bucle depresivo en que los árboles no dejan ver el bosque. Y esa visión de túnel puede llevar a hacernos creer que si nos centramos en reducir a cualquier coste los contagios, salvaremos vidas a costa de economía
Y no nos daremos cuenta de que esas vidas que salvamos a costa de economía generan también otros daños y fallecimientos. Escuchaba ayer que este año se han diagnosticado un 20% menos de casos de cáncer. Naturalmente no es que haya menos cáncer, sino que se diagnostica tardíamente
Esos diagnósticos tardíos provocarán fallecimientos perfectamente evitables dentro de meses y años, muchos de ellos de gente joven. La crisis y los confinamientos provocarán (ya han provocado) numerosos trastornos mentales, y pobreza. Y la pobreza mata ñ, y mata mucho
Como no quiero contribuir a ese bucle depresivo, cuando epidemiológica y hospitalariamente las cosas mejoran, o incluso cuando empeoran más lento, me gusta intentar transmitir el optimismo de que el fin de la pesadilla está más cerca. Y suelo usar un “good” en esos tuits
A algunos les parece que es una falta de respeto para enfermos y fallecidos. Palabra de honor que no es mi intención, y que lamento si a alguien le molestan esos tuits. Es más, me disculpo con ellos si así lo sienten.
Pero creo que seguiré haciéndolo porque, como todo en la vida, tiene ventajas e inconvenientes. Y, equivocado o no, en este momento creo más importante informar y, dentro de la gravedad de la situación, intentar mostrar la luz al final del túnel, que llorar las pérdidas
Esta maldita enfermedad se lleva por delante, en ausencia de colapso hospitalario y en España, a 1 de cada 100-150 personas que la contraen, especialmente nuestros mayores. Por eso es tan importante que sigamos siendo prudentes, evitemos riesgos y actuemos responsablemente.
Pero por desgracia el virus está con nosotros, y va a seguir estando bastantes meses más, quizá para siempre. Tenemos que aprender a convivir con él, reduciendo el daño sanitario y minimizando el impacto en nuestra vida social.
Hemos aprendido mucho desde febrero. Nos protegemos mejor, lo detectamos antes y mejor, y poco a poco vamos cortando cadenas de transmisión. Los test rápidos de antígenos son una gran arma. Llegarán más en breve, en forma de test, tratamientos o vacunas. Ánimo, que ya queda menos
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