Hoy hace 5 meses recibí 2 noticias. La primera: me había quedado como protagonista de lo que sería mi debut en el West End de Londres. La segunda: se confirmó el primer caso de #Covid_19 en un teatro de Broadway. El cierre parecía inminente. No tenía idea de lo que iba a suceder.
Acababa de terminar temporada de lo que iba a ser mi próximo musical en Broadway (al regresar de Londres). Tenía mis próximos dos años laborales prácticamente planeados. Conciertos aquí y allá, nuevo disco y hasta serie de televisión. Estaba listo. Y de pronto: el pinche virus.
A donde quiera que voltearas leías la palabras #coronavirus, y #pandemia. En un abrir y cerrar de ojos, Nueva York se convirtió en el epicentro de la pandemia. Nada te prepara psicológica, emocional ni mucho menos financieramente para un madrazo como el que estaba recibiendo.
Ver las calles de Manhattan desiertas antes sólo lo había visto en películas con trama apocalíptica. Las ambulancias sonaban cada 3 minutos o a veces hasta menos. De pronto, conocidos míos empezaron a enfermarse. Un amigo se quitó la vida y mi maestro de canto falleció por Covid.
Al principio contesté todas y cada una de las llamadas y acepté hacer todas las entrevistas habidas y por haber. Sobre todo de medios mexicanos. Sentía que era mi deber compartir información y prevenir a los míos de lo que, seguramente, estaba por llegarles. No me equivoqué.
Cinco meses de incertidumbre, muertes, cambios, duelos, lágrimas, despedidas y nuevos comienzos. Me enfoqué en estar bien. No siempre lo logré. Me puse a cantar, a escribir, a meditar y hasta a traducir documentos sobre Covid al español. Conocí a gente nueva por zoom y Skype.
Re acomodé la sala de mi casa y empecé a ponerme tareas cada día para estar ocupado. Empecé a meditar en las mañanas y me puse a escribir mi libro. Todas las tardes a las 7pm abría mi ventana para aplaudirle a los héroes del sistema de salud. Pequeños rituales pa sentirme normal.
Noches de insomnio, borracheras de buró, serenatas virtuales a amigos y amores lejanos. Una foto aquí, una foto allá, un tuit aquí...y de pronto me volví viral. Imposible no hablar de política en estos momentos con sentimientos encontrados. Pero a los tres días se les olvida.
Y si. Realmente, en el gran esquema de las cosas, ser tendencia en Twitter es lo más estúpido que puede haber en estos momentos en los que la supervivencia y la incertidumbre están a la orden del día. El mundo está de cabeza; explosiones, inundaciones, desempleo e intolerancia.
En las calles hay gente cumpliendo las reglas y otros cuantos inconscientes que se creen rebeldes. Estoy cansado de estar aburrido y harto de estar cansado. Tengo días buenos y días malos. Los ánimos caen y se vuelven a levantar al igual que mis kilos y los rizos en mi cabello.
Mis ojos han visto cuerpos apilados en un camión convertido en congelador y mis oídos han escuchado los gritos de desesperanza exigiendo justicia ante la brutalidad policial que se vive no solo aquí sino en el mundo entero. Y yo, con antidepresivos, ansiolíticos y mi voz. Mi voz.
La misma voz que grita de madrugada y calla en las mañanas mientras leo rápidamente las noticias y tomo café, añorando que pasen las horas más rápido para que ese monótono día se termine y esta pesadilla pandémica esté más cerca a su fin. Pero es como si el tiempo se detuviera.
Hay días que se pasan más rápidos que otros. Y esos son generalmente cuando estoy componiendo alguna canción, o haciendo alguna colaboración o alguna lectura. O cuando me encuentro inmerso en mi habitación, ya sea doblando ropa o leyendo algún libro que captó mi atención.
Me compré un micrófono de estudio y comencé a grabar canciones. Los teatros cerrados hasta el año que viene, mi serie de televisión pospuesta hasta el año que viene también y la mayoría de mis amigos y compañeros teniendo que abandonar esta ciudad a la que no se le quita lo cara.
He pasado absolutamente por todas las emociones: de la ira al gozo y de la tristeza a un ataque de risa que termina en llanto. Y cuando por fin en esta ciudad las cosas poco a poco paracen volver a la normalidad, otros estados comienzan a convertirse en epicentro de la pandemia.
Y luego está México. Que impotencia más grande. Imposible no hacer corajes con el gobierno que tiene mi país. ¿Quien me iba a decir a principios de año que me iba pelear con extraños en redes sociales por temas políticos? ¡Yo que nunca hablaba de política! Pero, ¿como no hacerlo?
¿Como no exigirle a una senadora que haga su trabajo o a una primera dama que se comporte a la altura y se deje de cursilerías? ¿Como no gritarle al subsecretario de salud que se ponga hacer su trabajo en vez de recitar poemas? Si, lo acepto. Muchas veces me gana la víscera.
Esta red de pronto se volvió adictiva y de pronto amigos me estaban escribiendo por privado y me decían: “no te enganches, Mau. Son extraños. No vale la pena.” Tal vez tengan razón. Todos somos extraños aquí. Hasta los amigos lo son. Al final del día solo son palabras escritas.
Pero la verdad es que aquí también me he sentido acompañado. Y eso, siempre lo voy a agradecer. En este espacio tan efímero en mi vida he encontrado un foro para desahogarme y no solo hablar de mi trabajo y de mi carrera como actor o cantante. Y es que eso a veces también cansa.
Así que que si llegaste hasta aquí, ¡gracias! Gracias por leerme y acompañarme. Escribo esto mientras miro a través de mi ventana a una madre embarazada cruzando la calle y empujando una carreola que lleva un niño dentro. Ambos con cubrebocas. Así este 2020. Y aún faltan 5 meses.
Y si algo me ha quedado claro en estos últimos 5 meses desde que recibí esas dos noticias, es que la vida te puede cambiar...y nunca me dejará de sorprender.

MM
8 de Agosto del 2020
You can follow @martinezmau.
Tip: mention @twtextapp on a Twitter thread with the keyword “unroll” to get a link to it.

Latest Threads Unrolled:

By continuing to use the site, you are consenting to the use of cookies as explained in our Cookie Policy to improve your experience.