Recuerdo que, hace diez años, se producía un debate interesante en torno a la postmodernidad en las facultades de filosofía. La cuestión giraba en torno al lenguaje y el análisis del poder: En la esquina derecha y con calzón blanco, la filosofía continental, con el papá
nazi Heidegger y sus discípulos Foucault, Derrida y Deleuze a la cabeza, respirando el Mayo del 68. En la esquina izquierda y con calzón rojo la filosofía 'analítica' con Wittgenstein como icono, la filosofía de la ciencia y el pensamiento político marxista
Por las gradas andaban Carl Schmitt y la 'teología política', Roberto Espósito y lo 'impolítico', 'neo marxistas' como Chantal Mouffe, etc. Otros comenzábamos a percibir con nitidez el conflicto entre los estudios postcoloniales, que surgían al calor de la postmodernidad
y el pensamiento decolonial, centrado en luchas políticas anticoloniales y más en sintonía con un marxismo crítico que abandona el eurocentrismo, los feminismos negros, indígenas; movimientos como el zapatista y más cosas imposibles de meter en un tweet. Como decía
La cuestión fundamental giraba en torno al lenguaje y al análisis del poder. Nada, o poco, de aquel debate (que yo estoy simplificando burdamente a sabiendas) tenía que ver con la caricatura en la que se ha convertido durante los últimos meses
en las redes sociales. (Recomendación: Alan Sokal y Jean Bricmont publicaban a finales de los 90 'Las imposturas intelectuales', libro en el que se demostraba a través de un experimento sorprendente la falta de rigor y el exceso de florituras presentes en el pensamiento
De muchos de los adalides de la postmodernidad, su uso abusivo y vacuo del lenguaje abstracto y su falta de consistencia frente a las exigencias del pensamiento científico. Muchos leímos el libro y algunas de los libros-respuesta críticas a la tesis tomando partido. Resultaba
Muy seductor alinearse con los defensores del pensamiento científico 'serio', aunque uno no tuviera ni pajolera idea. Situarse 'por encima' de los del 'pensamiento débil' le daba a uno imagen de tipo serio. Lo que pasó entonces, es que gente limitada que no comprendía bien el
Asunto utilizó la refriega para justificar sus complejos personales. Nada nuevo. 'Postmoderno' comenzó a ser todo lo que no se comprendía, incluso el marxismo crítico
Y eso es exactamente lo que está ocurriendo estos días. Lo interesante fue que muchas de las sugerencias de la
Postmodernidad vinieron a señalar los excesos positivistas de un pensamiento mediocre disfrazado de rigor y que, al contrario, se demostró como bajo el paraguas de la postmodernidad se justificaba el uso caprichoso, academicista y oscuro del lenguaje como sucedáneo del análisis
Crítico honesto del lenguaje formal, de la ciencia o la política. La postmodernidad estaba llena de iluminados que se consideraban el centro de un nuevo universo epistemológico. Y todo esto era para otros muchos y muchas ver cómo dos hámsters se batían en una carrera desde sus
respectivas ruedas. A partir de ahí, la discusión se volvió la justificación de todos los complejos y traumas. Muchos postmodernos lo utilizaban para esconderse tras vuelos de sofisticación que nadie comprendía y muchos analíticos llamaban 'postmoderno' a todo lo que no
Comprendían. Os suena? En aquel momento como en este, tenía clara la receta. La diferencia es que hoy compartiré la cura. Escuchen a Terremoto de Jerez cantar, por siguiriyas: "Zantiago y Zanta Ana ay ay..." Antes de irse a dormir y háganlo en buena compañía.
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