Ayer volví a ver una serie en la que las motivaciones finales del malo se basaban únicamente en que era el presidente de una empresa biotecnológica.
Van siendo unos cuántos años ya en los que en la mente de mucha gente la ciencia, sobre todo la biotecnología, no persigue un bien para la sociedad, sino que es una inversión económica, un modo de lucro.
Sin embargo, como dije ayer: la ciencia diseña herramientas que luego la sociedad utilizará como quiera.
Por ejemplo, un debate actual es el de la eugenesia. Métodos de selección de embriones o modificación genética podrían hacer que evitáramos desarrollar ciertas enfermedades.
El debate está en que si sólo los más ricos pueden pagar por ello, habría dos clases de humanos: los que tienen un alto poder adquisitivo, con genética "mejorada"; y los que no, que estarían resignados a sufrir enfermedades genéticas curables.
Pero... en países neoliberales como EEUU, costearse un tratamiento sanitario ya acarrea el mismo dilema. Sólo se curará el que se lo pueda permitir.
Sin embargo en España, la acción política permite que el mismo avance científico sea destinado a todos por igual, sin importar su nivel adquisitivo.
Y la biotecnología sanitaria permite el tratamiento diario de diabéticos (la insulina actual es recombinante), pacientes con VIH, pacientes con cáncer, hepatitis, esclerosis múltiple, etc. o diagnóstico prenatal, vacunas, nuevos antibióticos...
Por tanto, el avance científico en sí no es el que genera estas desigualdades y dilemas morales sino el sistema político y económico que explota este avance científico.
Y por esto la acción política es importante. Hace años que la UE mira hacia otro lado con los transgénicos, escudándose en el principio de precaución.
Mientras tanto, todo el conocimiento que se está generando con dinero público en centros de investigación y universidades está acabando en empresas privadas que lo compran con el fin de lucrarse con él.
Cuando por fin se acepten y permitan los cultivos transgénicos en Europa, toda la tecnología va a estar en manos de una empresa (Bayer en este caso), que va a poder afianzar su monopolio.
Así es normal que la gente perciba a la biotecnología como un negocio de las empresas más poderosas, porque años de neoliberalismo e inacción política lo han hecho posible, no por la biotecnología en sí.
Con la vacuna del SARS-CoV-2 va a pasar exactamente lo mismo. Todo el dinero público que los estados están invirtiendo en investigación va a acabar lucrando a unas empresas a las cuales vamos a comprar la vacuna.
De esta manera, la inversión en ciencia no está retornando a la sociedad, sino que estamos pagando el doble: primero por generar ese conocimiento y luego para adquirir su producto generado.
La ciencia debería servir a la sociedad. La política debería ser parte activa de los avances científicos y que así su inversión repercutiera directamente en la sociedad, y no a través del tejido industrial y empresarial únicamente.
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