Fray Junípero Serra, fue un franciscano mallorquín que en 1767, tras la expulsión de los Jesuitas por Carlos III, se hizo cargo de las misiones españolas en California (Nueva España). Al llegar a la península de Baja California, decidió explorar la Alta California para llevar https://twitter.com/shane_bauer/status/1274182715068133377
el Evangelio a la población indígena. También les enseñó a cultivar y a realizar diferentes artesanías de arcilla ya que, al contrario de la población del centro de la Nueva España, no conocían la agricultura y su alimentación se limitaba a la recolección de frutas y raíces
silvestres, bellotas, la cacería de venados, alces, conejos y la pesca. No acostumbraban usar la vestimenta y para protegerse del frío cubrían sus cuerpos con pieles de venado, plumas, capas de piel de nutria y barro.
Tras fundar varias misiones a lo largo y ancho de California,
en las que entregaron a los indios ganado vacuno, porcino y equino (sí, alguien les dió caballos a los indios que salen en las películas del Oeste).
En 1773 redactará un informe para el virrey de Nueva España, texto llamado "Representación sobre la conquista temporal y
espiritual de la Alta California", que ha sido calificado nada más y nada menos como una Carta de Derechos de los indios.

Cuando llegaban a un lugar conveniente, levantaban una capilla, unas cabañas para residencia de los frailes y un pequeño fuerte protector.
Acogían a los indígenas que se aproximaban movidos por la curiosidad y, una vez ganada su confianza, les invitaban a establecerse en las proximidades de la misión.
Allí, al mismo tiempo que catequizaban a los indígenas, los misioneros les enseñaban nociones de agricultura,
ganadería y albañilería, les proporcionaban semillas y animales y les asesoraban en el trabajo de la tierra. Algunos de ellos aprendieron también las técnicas de la carpintería, la albañilería o la herrería.

Fray Junípero falleció en 1784.
tiene una estatua en Salón Nacional de las Estatuas situado en el Capitolio, donde reside el poder legislativo de los Estados Unidos, y lugar donde están representados los personajes más ilustres de esa nación. A propuesta del Estado de California.
Está ampliamente aceptado que Serra era apreciado por los indios entre los que vivió, y que no fue un conquistador o colonizador, incluso en ocasiones se enfrentó con el poder político para defender a los nativos.
Tanto es así, que Juan Pablo II lo beatificó en 1987 tras
un encuentro con los indios de Phoenix en Arizona, donde alabó los esfuerzos de Serra para proteger a los indios de la explotación.

Desde 2015 es Santo, beatificado por el Papa Francisco, y ya entonces supuestos defensores de los indígenas se opusieron injustificadamente.
Los mismos supuestos defensores que hoy derriban su estatua entre berridos que lo acusan de genocida sin ningún fundamento. Sólo movidos por intereses políticos irracionales que aprovechan la posmodernidad y su interseccionalidad para reescribir la Historia.
Para mancillar la memoria de personas extraordinarias que no estaban movidas por otras razones que no fuesen su deseo de hacer el Bien.
Pero vivimos en tiempos de turba e incultura, que los convierten en tiempos injustos.
Por eso tenemos el deber moral de defender el legado de personas buenas, de personas santas, frente a la irracionalidad y el odio.
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