28 de Enero de 1946.

Un joven espera nervioso su turno para declarar.

Todavía no sabe que la tuberculosis ya ha empezado a matarle.

Llega el momento.

El Presidente de Sala le llama por su nombre.

El joven se alza.

Es Francesc Boix.

Estamos en los juicios de Nuremberg.
Hasta ese momento la defensa de los jerarcas nazis se ha basado en la obediencia y el cumplimiento de órdenes.

Jerarcas como Ersnt Kalterbrunner, jefe de la Gestapo desde 1943, que elude toda responsabilidad, escudándose en la obediencia a Heinrich Himmler, ya muerto.
El testimonio de ese muchacho de 25 años, que ahora le mira desde el estrado del tribunal, servirá para tumbar esa línea de defensa, por que cuenta con algo muy poderoso: 20.000 fotos robadas a los nazis.

Pero retrocedamos unos años...
Francesc Boix nació en el Poble Sec de Barcelona en 1920, en el seno de una activa familia de izquierdas. Su padre le inculcó desde muy temprano la pasión por la fotografía.

El joven y sonriente Boix participó activamente en las Juventudes Socialistas y ambientes catalanistas.
Al estallar la Guerra Civil, pasa a prestar sus servicios como fotógrafo en la Revista Juliol, desde donde retrata incansablemente personas y momentos.

Parte al frente en el 38 y le perdemos la pista, ya que no sabemos si lo hace como soldado o como fotógrafo.
Las siguientes noticias que tenemos de él son que en Febrero del 39 marcha al exilio Francia, al igual que muchos otros miles de españoles.
Los primeros meses en Francia fueron de incertidumbre: El Gobierno francés dudaba sobre qué hacer con esos ex-combatientes españoles, entrenados en la guerra, y de mayoría socialista o comunista.

¿La solución? Ponerlos a trabajar en las Compañías de Trabajadores Extranjeros.
Así es como Francesc Boix llega al Norte de Francia, cerca de la frontera alemana, en un CTE integrado por republicanos españoles. Son meses tranquilos de un engañoso impasse.
1940. Tras el rápido avance alemán (Blitzkrieg) y el colapso del ejército francés, caen casi todos ellos prisioneros.

El 27 de Enero de 1941 Francesc Boix y 1506 republicanos españoles son trasladados a un lugar de funesto nombre: El campo de concentración de Mauthausen.
Lo que pasó en esos campos ya lo sabéis. Nunca en la historia de la humanidad el Hombre ha llegado a tales cotas de deshumanización.

Pero lo que os quiero explicar es otra historia, una historia de supervivencia y resistencia. Una historia ...
... de gente que se busca la vida y aguanta, y que cuando tiene oportunidad de devolverla, la devuelve.
De los 8.000 prisioneros españoles que llegaron con Boix a Mauthausen sólo sobrevivieron 1.500. Por más que os sorprenda, un índice de supervivencia del 19% denota un trato relativamente benévolo por parte de los alemanes. ¿El motivo?
Se habló de una eventual intervención franquista en su favor, incluso de la habilidad española para buscarse la vida. Para mí la explicación es más prosaica: Fueron los primeros en llegar, y dada la escasez de recursos alemana ante la llegada de rusos, los usaron como refuerzo.
Es en este contexto en que Francesc Boix, dada su experiencia como fotógrafo, es asignado al Erkennungsdienst, el Servicio de Identificación.
Oficialmente era el grupo que se ocupaba de hacer las fotografías de soldados y prisioneros, y de inmortalizar los momentos relevantes de la vida del campo, especialmente visitas ilustres, como las realizadas por Heinrich Himmler y Ersnt Kalterbrunner.
La realidad fue otra: El Erkennungsdienst se encargó de fotografiar el horror, de retratar el exterminio sistemático de personas, y de lo que es peor, se encargó de falsear fotográficamente muertes de prisioneros, por ejemplo, haciendo pasar asesinatos como suicidios.
¿Cuál fue el papel jugado por Boix? El de revelar esas fotos, todas y cada una de ellas.

60.000 fotos.
60.000 negativos.

60.000.
Tras la caída de Stalingrado en 1942, se emite la orden de empezar a destruir esas pruebas. Los responsables alemanes del Erkennungsdienst se aplican a conciencia y queman todos los negativos disponibles, pero no cuentan con un detalle...
Por aquel entonces, el jovial y sonriente Francesc Boix tenía ya un plan, compartido con otros prisioneros españoles y con una familia austríaca vecina del campo y de profundas convicciones socialistas, los Pointner.

¿El plan? Robar los negativos.
Así es como empieza una epopeya de dos años y media en que Boix y sus secuaces se dedican a sustraer todos los negativos de todas las fotografías que se toman hasta el final de la guerra. Lo guardan todo. Lo esconden todo.
Las visitas, todas.

Los asesinatos y vejaciones, todas.

Los culpables, todos.

¿Y los alemanes? No se dán ni puñetera cuenta.

Si no lo digo exploto: Un Tsunami en toda regla (si no te gusta la comparación, te piras colega!)
Con lo cual, volvemos a la tarde del 28 de Enero de 1946 en Nuremberg.

De las 60.000 fotografías que reveló, Boix consiguió salvar 20.000, algunas de las cuales son proyectadas en la sala.

El silencio es sepulcral.
La minuciosidad de Boix le permite recordar al detalle caras y hechos. Quién murió cuando, quién visitó qué.

Francesc Boix habla desde el estrado.

Kaltenbrunner se estremece.
Todos somos conscientes hoy del poder de una imagen, pero en 1946 la situación era distinta.

La conspiración de Boix, los Pointner y otros prisioneros del campo es uno de los primeros ejemplos en que las imágenes, las fotografías, consiguen acabar con un enemigo.
El 16 de Octubre de ese mismo año, una soga inmisericorde se cerró sobre el cuello de Ersnt Kaltenbrunner, rompìéndole las cervicales y asfixiándolo hasta la muerte.

El y otros 10 hijos de puta nazis murieron en la horca; otros 13 recibieron condenas de prisión.
Aquí os dejo un video donde podéis ver su declaración del segundi día, en que identifica a Albert Speer, cuñado de Hitler y arquitecto (no sólo de edificios) del régimen nazi.
Francesc Boix vivió sus últimos años en París. Murió en 1951 víctima de la tuberculosis que contrajo en Mauthausen.

Su obra y hechos permanecieron relativamente anónimos hasta que Benito Bermejo rescató su historia en 2002 en su libro "Francisco Boix, el fotógrafo de Mauthausen"
¿Por qué me gusta esta historia? Los motivos son evidentes: Un héroe anónimo que hace caer al Mal. Una historia de superación y espera, de quien se sabe jodido hoy pero se la guarda para hacer justicia mañana.
Es en definitiva, una historia del coste del Bien, de los riesgos y sacrificios necesarios para vencer, para ganar.

Fuck Vox.

Y ahí lo dejo.
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